Dicen las crónicas que la población surafricana, sin distingos raciales, ha enloquecido con el triunfo de su selección en el Mundial de rugby. Añaden los periódicos surafricanos que el himno nacional, que se puede cantar hasta en cuatro idiomas distintos, ha sido entonado espontáneamente por todos, blancos y negros, durante las alocadas horas que siguieron al triunfo de la selección el pasado sábado ante Inglaterra en la final. Pero un problema racial subyace y el rugby, aún hoy símbolo y reducto de la minoría Afrikáner, el 10 por ciento de blancos en un país de 48 millones de habitantes, no ha escapado a él. Es más: el debate sobre el color de sus jugadores ha sustituído a las loas por el segundo título mundial de los Springboks.El corte sociológico del equipo indica que no todo el país ha vivido de la misma forma el triunfo. Sólo dos jugadores negros, JP Petersen y el mulato Bryan Habana, una de las estrellas del torneo, aparecían en la alineación de la final. Jake White, el seleccionador, sólo convocó a ellos dos y a otros cuatro negros para disputar el Mundial. El resto, de raza blanca. Y ello no gusta al Gobierno, empeñado en que el rugby se convierta en un arma de reconciliación nacional. Sucede que, según los expertos, los deseos políticos originarían una crisis de resultados.La clase política ha prometido un plan de cuotas raciales que potenciaría la entrada de negros en los Springboks, para conseguir que la selección represente de forma más real la composición étnica del país. El problema es que la mayoría negra vive de espaldas al rugby y enloquece con el fútbol, más aún ante la inminente Copa del Mundo que en 2010 albergará Suráfrica. Es cierto que durante los años del 'Apartheid' hubo ligas 'rebeldes' de rugby para negros y que hoy se mantienen un par de núcleos, uno en el Este y otro alrededor de Ciudad del Cabo, donde la implantación del deporte oval no se limita a las clases ricas y medias blancas y se extiende a los barrios más pobres, pero el rugby sigue siendo un lujo blanco en Suráfrica que nace en colegios ricos, fuera del alcance de los negros.La minoría blanca protesta por las cuotas de negros. Los actuales titulares de la selección se huelen un bajón de nivel y han comenzado a emigrar a ligas europeas, algo que resultará fatídico para los Springboks, que mantienen como norma no convocar a los emigrados. Aunque en 1995 el primer título mundial de Suráfrica se interpretó como una símbolo de la caída, un año antes, de las últimas limitaciones raciales, las cosas siguen igual. Aquella vez, un negro, el presidente Nelson Mandela, entregó a un blanco, François Pienaar, el trofeo de campeón. Pero eso no sirvió para integrar a la mayoría de raza negra en el rugby. Sólo las clases pudientes tienen acceso a él. El eléctrico Habana, por ejemplo, escapó a la tónica general porque su padre, un industrial con recursos, pudo matricularle en una escuela elitista, donde descubrió el balón oval.El seleccionador insiste en primar los criterios deportivos para confeccionar el equipo por encima de los consejos raciales de los políticos. Pero el debate le supera, y se habla que su sustituto será negro. Makhenkesi Stofile, ministro de Deportes, no oculta las directrices de futuro: "La victoria en 1995 nos abrió una ventana que no supimos aprovechar. Espero que no cometamos el mismo error por segunda vez. Este triunfo debe abrir una era de cambios", dice.Pero no será fácil: un columnista del 'Sunday Times' alertaba que el cambio racial en el equipo "se traducirá en 25 años de derrotas internacionales" y recordó que, en cualquier caso, todo está en manos de la política, "de que se hagan campos en los barrios pobres y se mejore la nutrición de las clases desfavorecidas. Convertir cuerpos de 70 kilos en moles de 115 kilos no será fácil".
miércoles, octubre 31, 2007
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