La 'Plate', mil pintas y un 'Bloody Mary'

El primer equipo de rugby del CN Poble Nou Enginyers lleva dos temporadas jugando en la Superpremiere del condado de Hertfordshire, al norte de Londres. Han ganado dos Ligas seguidas. El último fin de semana de abril viajaron a Epping para disputar la final de la 'Plate', competición que agrupa a los equipos eliminados en los cuartos de final de la Cup, la Copa 'buena'. Les seguimos durante un día y medio frenético.Sábado,

9,30 h.Cola en la zona de facturación de una compañía de bajo coste. El equipo estrena uniforme, chaqueta, camisa y corbata. Todos comen plátanos, frutos secos y bocadillos a una velocidad de vértigo. "Es porque jugamos a las dos y media y no hay tiempo para comer. Hay veces que nos hemos cambiado en el autobús porque llegamos muy justos", dice Carles Cintora, el entrenador. Enmedio de la tropa llama la atención un señor menudo, pulcramente vestido y tocado con una gorra de tweed. Es Phil Paterson Smith, introductor del equipo cuando decidió jugar en Inglaterra y que gestiona todos los trámites.
10,15 h.
Esperando el avión, Guillem Sardà, alias 'Satán', psicólogo y arriere, hace campaña electoral para las elecciones del club ante Ricard Martínez, director general, y Jordi Homs, presidente. Ricard es como Carles Flavià fuera de cámara. No es demoledor; es corrosivo. Pero es una máscara; en realidad, es la madre de todos y quien parió la idea de jugar en Inglaterra. "Tengo votos de argentinos y veteranos; estáis perdidos. Jordi y Ricard seréis los primeros en iros a la calle", amenaza Satán. "Para las elecciones los veteranos estarán muertos y a los argentinos les mandamos un inspector de emigración", dice Ricard. "¿Qué es eso de Inglaterra? Hay que volver a Murcia y Albacete, que brillen las navajas", insiste 'Satán'.
11.00 h.
Embarque y calma en el avión. Sólo un ligero cachondeo con la azafata que hace de muñeco explicando lo que hay que hacer cuando no haya nada que hacer.
13.00 h.
Llegada al aeropuerto de Stansted y al autobús, con el equipo de Datchworth, con el que Enginyers tienen el mejor 'feeling'. Vamos a Epping, a la sede del Upper Clapton Football Club, creado en 1879. Tres campos de rugby, un chiringuito y una casa club con pub y restaurant. Calentamiento y a jugar.
14.30 h.
Se juegan simultáneamente tres finales, Copa y Plate de la Superpremiere y Copa de la Premiere, división inferior. Dos golpes de castigo ponen por delante al rival, el Letchworth. Ricard se queja de que "no hemos bajado del avión". Pero los ingleses no tienen un juego ofensivo sólido. Pronto el Poble Nou empieza a espabilar, a jugar desde atrás y a entrar con fuerza y rapidez en la línea de marca rival.
Se entra con vehemencia y dureza pero sin mala intención. Algunos choques suenan a hueso y un encontronazo resuena por todo el campo. Con oirlo ya duele. Impresiona también ver los movimientos de la melée de cerca, los agarrones, exabruptos y trompazos que se dan. La última mitad de la primera parte es un recital de los catalanes y se llega al descanso con un 6-15 favorable. Tomás Poblador, un pilier de 38 años que ha vuelto a jugar tras un parón de varios años, me pide un Camel corto nada más salir. "Hostias, cómo me divierto... y la cuerda que me queda. Qué bien entra esto ahora, con los pulmones abiertos". La segunda parte no hace más que acrecentar la ventaja y el partido acaba con un contundente 13-55. Se hace el pasillo primero al perdedor y luego éste se lo hace al Poble Nou.
16.00 h.
Se quedan a ver el final del Chingford contra el Datchworth, los colegas del Poble Nou. Sentado en el césped junto a los demás, Alejandro Ruggero, segundo centro argentino, exhibe el tobillo izquierdo magullado. "Peor es el lunes ir a trabajar. Esto es una terapia porque empiezas la semana planchado, suave como la seda porque ya no te queda mala hostia; te la has dejado aquí", afirma.
Pierde el Datchworth en un final ajustadísimo por una transformación del diez del Chingford, del que Ricard no ha parado de decir en los últimos diez minutos que "toda la Liga sabe que este 10 es un imbécil; es un clamor". Eso logra acallar a Ricard pero sólo por dos minutos. Salen del vestuario común, un chamizo, y 'Satán' sigue con sus proclamas: "Agua caliente con Satán presidente; Homs estás acabado". Sus adeptos le aplauden y Homs se ríe.
16.30 h.
No hay tercer tiempo en el Upper Clapton pero las pintas de cerveza van cayendo en la entrega de trofeos. Quedan con los del Datchworth para hacer el tercer tiempo en su 'chimbo'. Bote para pizzas y alas de pollo y otro para no pasar sed. Parada para vaciar un cajero automático y llegada a la sede de los colegas ingleses. Se entra por un campo de cricket; detrás hay varios campos de rugby. Hay un empleado en un tractor cortando la hierba. Empiezan a llegar las bebidas y a David, capitán e hijo del ex jugador Vicenç Adelantado, le falta tiempo para subirse al tracto de copiloto. A la segunda vuelta ya está al volante; el resto le jalea.
18.00 h.
Semifinal de la Heineken Cup por TV entre el London Irish y el Toulouse. Jeremy, que es Toulouse, es uno de los tres franceses del equipo y no pierde detalle. Fuera se empiezan a vaciar unos vasos de color rojo: cerveza con sidra y grosella; una guarrada. Pero como es a lo que invitan los anfitriones, se ha de hacer ver que se bebe algo. Ellos no disimulan; beben. Hay que hacerlo con la mano tapando la boca del vaso porque si te meten una bola de golf hay que vaciar la pinta de un tirón. Y si el que trata de meter la bola falla, pues lo mismo. El novato que suscribe metió una, pero luego le endilgaron tres, aprovechando su indefensión y que estaban conchabados. Veinte enormes pizzas y las alas de pollo se liquidaron con avidez. Es lo único caliente, culinariamente hablando, que comeremos durante el día. Hay que aprovechar y hacer cojín.
20.00 h.
Empiezan las risas flojas, las bolas de golf buscan vasos, a veces entran; otras no. Siempre, acompañando al perdedor, una canción que cada vez se hace más ininteligible o el 'chanchan chanchan' ascendente que acompaña las retransmisiones de la NBA. Se juntan las mesas, más juegos, quien pierde bebe. Quien gana también. Se acaba con el clavo, un tronco con tantos clavos como jugadores. Y un martillo. Pierden el primero y el último que hunde la cabeza en la madera. Y cualquiera puede golpear cualquier clavo. Todos a una, a por el nuevo; un incauto que por integrarse ya va tan cocido como el resto. Augusto Barceló, que juega de ala o arriere, según lo que toque, se autoelimina el primero y el periodista el último gracias a su pulso ya parkinsoniano y a las patadas del resto en el tronco cuando le toca golpear.
Esta vez no hay que liquidar una pinta (medio litro) de un trago. Hay que cruzar corriendo y a pelo el campo de cricket y volver para tirarse en una charca que forman con tres barreños de agua. Augusto se apuntó también a la charca gorrinera, el periodista no.
22.00 h.
La llegada al hotel Ibis de Stevenage, el pueblo de Lewis Hamilton, era digna de contemplar. Eran más de seis horas bebiendo y algo tendría que notarse. El recepcionista ni se inmutó, acostumbrado a acogerlos varios fines de semana cada temporada.